Esqueletos enjoyados en las catacumbas romanas.

La tendencia de los esqueletos de joyas se inició en el siglo XIX. Las catacumbas romanas, que habían sido abandonadas como lugares de enterramiento y en gran parte olvidadas, fueron redescubiertas en 1578 por los trabajadores de la viña. Esto coincidió con la fase inicial de la Contrareforma y el Concilio de Trento, llamados a formular la respuesta católica a la Reforma protestante. 

Una de sus principales preocupaciones era la afirmación del poder de las reliquias frente a los ataques de sus detractores. A partir de los restos hallados en las catacumbas, que datan desde los siglos II a V d. C., los líderes de la Iglesia Católica quisieron ver en ellos los huesos pertenecientes a casi cualquier famoso santo o mártir de los primeros cristianos. En aquel fortuito descubrimiento vieron una herramienta potencial para reforzar su oferta de reliquias y promover su poder.

En realidad, los huesos podrían haber pertenecido a cualquiera, ya que a muy pocos se les proporcionaron signos de identificación. De hecho, los esqueletos de las catacumbas pueden haber pertenecido tanto a cristianos como a paganos. Los secretarios del Papa fueron los encargados de identificar y otorgar autenticidad a aquellas reliquias potenciales. 

Los requisitos eran más bien poco estrictos, siendo suficiente alguna marca en la palma o un resto de sangre seca. Ambos se consideraban emblemas suficientes para pasar a la categoría de mártir cristiano. Más problemática fue la cuestión de la determinación de las identidades individuales de los personajes santos. Para ello, se llamaba a los clérigos psíquicos, que eran los encargados de determinar la identidad de cada uno de ellos. Esta práctica continuó hasta mediados del siglo XIX. Las identificaciones podían ser practicadas incluso por el mismo Papa, si se consideraba que éste tenía poderes clarividentes.

El problema con este método es que a menudo dio como resultado identidades inverosímiles. Constantino el Grande, por ejemplo, murió cerca del Golfo de Izmir, en Turquía, y fue enterrado en Constantinopla, lo cual hace imposible que fuera enterrado en una catacumba romana.

También estaba el incómodo problema de esqueletos que se identificaban como las reliquias de alguien cuyos huesos ya eran conocidos por estar en posesión de la Iglesia, como así sucedió con San Pancracio, el cual parecía estar al mismo tiempo e la Iglesia de San Nicolás en Wil, Suiza, y en las catacumbas romanas; o con San Deodatus, que yacía previamente en una iglesia alemana antes que en Roma.

Fuente: 

-Texto: http://egiptomaniacos.top-forum.net/t5513-bones-with-bling

-Fotos: http://www.retronaut.co/2011/12/jewelled-skeletons-1600s/  Gracias a mi novio por el enlace :*