El origen de las cosas: simbología del lobo y del hombre lobo.

Símbolo del valor entre los egipcios y romanos. Aparece también como guardián de gran número de monumentos. En la mitología nórdica hace su apareció un lobo monstruoso, Fenris, que destruía las cadenas de hierro y las prisiones, siendo por fin recluido en el interior de la tierra. Este monstruo deberá romper también esta cárcel en el crepúsculo de los dioses, es decir, al fin del mundo y devorar el sol. El lobo aparece aquí como símbolo del principio del mal. Supone el mito nórdico de que el orden cósmico es posible sólo por el encierro temporal de la posibilidad caótica y destructiva del universo.

Por tanto, el símbolo del lobo es tratado a lo largo de las distintas culturas tanto de manera positiva como negativa. De manera positiva, es el guerrero místico símbolo del sol. Los griegos lo asocian a Apolo, y los chinos hablaban de una gran lobo celeste guardián del Palacio Celeste. En Japón se le considera tanto un protector del hombre contra los animales salvajes como una fuerza descontrolada del mal. Su fuerza y ardor en el combate son una alegoría que también retomarán los turcos por medio de numerosas historias.

El lobo tiene también un simbolismo infernal y oscuro que se ha enraizado en el folclore europeo, particularmente a través de cuentos populares como "Caperucita Roja". Mucho antes, el señor de los infiernos, Hades, vestía un manto de lobo y el dios etrusco de los muertos llevaba orejas de lobo.

En sentido opuesto, Osiris se transformó en lobo para ayudar a su mujer y a su hijo a vencer a su hermano maligno. Y Zeus se transformaba en lobo para fertilizar los campos dirigiendo los vientos y la lluvia.

Durante la Edad Media, se asociaba con los brujos: se decía que los brujos eran capaces de transformarse en este animal, y en otros mitos se habla de que era su montura. La creencia en los hombres lobo o licántropos se atestigua desde tiempos antiguos, como ya lo hizo el propio Virgilio.

El licántropo representa el poder devorador, la gula. Se liga, simbólicamente, a la alternancia del día y la noche, de la vida y la muerte.