En 1851 la directora de la revista estadounidense The Lily, Amelia Bloomer (1818-1894), comenzó a vestirse combinando blusones y pantalones amplios que en su honor fueron denominados bloomers. Se trata de la primera tentativa por parte de las mujeres de apropiarse de este símbolo occidental del vestir masculino.
Aunque este fenómeno no deja de ser una anécdota en los anales de la moda, es innegable su conexión con los primeros fenómenos feministas del siglo XIX que reclamaban el derecho al voto y el derecho a la propiedad para las mujeres. Los bloomers se convirtieron en un auténtico símbolo para las defensoras de estas causas.
Sin embargo, las bloomeristas eran objeto de continuas burlas e insultos. De hecho, cuando Amelia Bloomer viajó con su marido a Inglaterra para defender su reforma indumentaria, obtuvo un éxito relativo en cierta conferencia donde, si bien no faltaron los aplausos, también se levantaron muchas ampollas.
En prinicipio, nada había en su traje que mereciera el escándalo. El blusón largo, del tipo de la casasa, se confeccionaba cerrado hasta la base del cuello, y los pantalones, para imposibilitar cualquier visión parcial de las piernas, se estrechaban en el arranque del pie. Lo que se condenaba en realidad era el uso de los pantalones, el símbolo de dominación masculina.
En el Correo de la Moda un artículo predicaba que "¿qué motivo hay para renunciar a nuestro traje natural?" argumentando que el vestido femenino tradicional resaltaba las formas de la mujer más que cualquier otro, sin olvidar que se daba más a la prestancia y a la elegancia. A ello añadió una profecía poco feliz: "El bloomerismo no pasa de ser una tentativa extravagante que seguirá la suerte reservada a todas las utopías contra naturales que tanto abundan en los tiempos que corren. Perecerá muy pronto, porque tiene en su contra la gracia, el buen gusto, el pudor, la decencia y el coqueterismo".
No muchos años después los bloomers se convertirían en una prenda corriente en tanto que parte necesaria del trajo de baño femenino.
Fuente: El Traje en el Romanticismo y su proyección en España, 1828-1868. Pablo Pena González.
Este texto se parece mucho a unas reflexiones de Pablo Pena en su libro El traje en el Romanticismo... Es interesante que lo menciones, pero ¿no crees que deberías mencionar las fuentes que utilizas?
ResponderEliminarEn efecto, lo extraje de ese libro, no acostumbro a mencionar las fuentes (error mío), pero creo que es un buen consejo y lo incluiré a partir de ahora, y también actualizaré las entradas anteriores.
ResponderEliminarMuchas gracias por consejo :).
Madame Macabre.