El cementerio de Melilla nace en 1892. No obstante, integra restos anteriores a esa fecha procedentes del cementerio de San Carlos, de enterramientos del cementerio de la Tahona y de la ciudad vieja. En tanto que en la ciudad conviven varias religiones, Melilla cuenta también con un cementerio musulmán y otro hebreo.
El primer fallecido enterrado en este camposanto fue el de Francisco López López, un bebé de cuatro meses.
Debido a las numerosas guerras acaecidas en la ciudad, particularmente durante la primera mitad del siglo XX, existen varios panteones y tumbas de carácter militar.
El cementerio ha sido ampliado progresivamente, desde la primera de sus ampliaciones en 1911 hasta la más reciente acometida en 2020. Por lo que, en la actualidad, el cementerio alberga una superficie total de 50.000 m2.
No obstante, muchas de sus parcelas no tienen muro de delimitación sino que delimitan con muros naturales donde rompen las olas. Por lo que el poeta Manuel Álvarez Ortega dijo de éste que era un "Cementerio Marino".
Entre las curiosidades de este camposanto, la tumba del llamado "Soldado de los Milagros". Se trata de la tumba del soldado Benito López Franco, originario de Zaragoza. El 17 de enero de 1950 fue encontrado muerto en los baños del cuartel. Como se consideró un suicidio, fue enterrado boca abajo en el Cementerio Civil. Con el tiempo creció la leyenda entre los melillenses de que curaba enfermedades. Por lo que su tumba siempre está rodeada de flores dejadas por los ciudadanos que le realizan peticiones y le profesan devoción.
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