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Género: Ciencia Ficción.
Año: 1968.
Director: Stanley Kubrick.
Actores: Keir Dullea, Gary Lockwood, William Sylvester, Daniel Richter, Leonard Rossiter.
Valoración: 8,5/10.
2001 es una de esas películas que tras verla, hace que dividas el mundo entre aquellos que la han visto y los que no. A día de hoy se considera como uno de los grandes clásicos del cine, aún cuando en su momento fue un fracaso ya que se vendió como una película familiar cuando está totalmente alejada de ese concepto. Verdaderamente no es una película "fácil de ver" (no es una película para aliviar momentos depresivos ni para pasar el rato), aunque tampoco lo es "Ciudadano Kane" y se considera la mejor película de la Historia del Cine.
La película se divide en cuatro partes, y la primera de ellas se titula "El amanecer del hombre". De ella me encantó ese fantástico plano donde se observa, desde abajo, el borde superior del monolito con el radiante sol en el cielo, como si se nos quisiese indicar que la piedra no es de este mundo.
La segunda parte se titula "Anomalía Magnética de Tycho número uno". Comienza así una de las secuencias más famosas de la historia del cine: la danza cósmica a ritmo del "Danubio Azul" de Johan Strauss entre naves espaciales que se balancean armoniosamente en el oscuro espacio exterior. Aparecen entonces los primeros personajes humanos, y descubrimos al primero de nuestros protagonistas, el Doctor Floyd, en pleno viaje espacial. El funcionamiento de la nave es tratado con el mayor realismo posible: la comida espacial, las azafatas con sus zapatos de velchro para evitar la gravedad, las videoconferencias. Multitud de pequeños detalles que demuestran el esmero de Kubrick al imaginar la realidad de los viajes espaciales
Comienza entonces la tercera parte, "Misión a Jupiter". Es el año 2001, y un grupo de astronautas inicia una pionera misión a Júpiter a bordo de una nave gobernada por la forma más perfecta de inteligencia artificial hasta el momento, HAL 9000. Como lo hicieran los monos del inicio de la película, HAL mata para sobrevivir, y ése es sin duda el mayor anhelo humano, vivir. Logra acabar con todos los tripulantes menos con el Dr. Bowman que inicia las maniobras para desconectarlo. Es especialmente intensa la escena en la que HAL, mientras Bowman comienza el proceso de apagado, ruega por su propia existencia, poniéndose de manifiesto que ha adquirido plena consciencia al emitir frases que se inician por "Yo siento..." o "Tengo miedo".
Y así se incia la última parte de la película, "Júpiter y más allá del infinito". Bowman logra llegar a Júpiter, y en su camino se cruza un nuevo monolito negro. Bowman entra entonces en una especie de tercera (¿o cuarta? ¿o quinta...?) dimensión donde asistimos a un viaje psicodélico de luz y color. En mi opinión la escena es algo excesiva, dos minutos de psicodelia están bien, pero más de cinco marean... La cuestión es que Bowman aparece de repente metido en su pequeña navecita redonda estilo Dragon Ball, en una habitación decorada (con muy buen gusto por cierto) al estilo Luis XVI. Bowman sale de la nave, y de repente se ve a sí mismo de anciano al fondo de la habitación. Mi interpretación es que entonces el Bowman joven desaparece porque no puedes percibirte a ti mismo desde dentro y desde fuera al mismo tiempo, y al ser consciente de ello, desaparece al deducir "Sí ese soy yo, yo no puedo estar aquí también". A su vez el Bowman viejo desaparece para aparecer postrado en una cama, ya decrépito, y frente a él, surge inquietantemente un nuevo monolito negro. Finalmente Bowman acaba transformándose de nuevo en feto cerrando el ciclo de las edades del hombre, y aparece flotando en el espacio.
Mi interpretación al respecto es que el monolito negro tiene la capacidad de hacer evolucionar al hombre que pasa de ser un primate que usa herramientas a alcanzar Júpiter. El monolito proviene sin duda de una raza extraterrestre que incita a la evolución de la inteligencia humana (o quizás se divierta con ello), haciendo que nos preguntemos hasta qué punto nuestra inteligencia nos pertenece sólo a nosotros mismos y si no es también fruto de otros factores. Y no sólo incide el monolito en la inteligencia, también en la evolución física al convertir a Bowman en un bebé, quizás de una nueva raza superior más inteligente que los humanos normales. Sobre HAL, es la imagen de la capacidad creadora del hombre, pero al mismo tiempo implica si somos capaces de controlar algo como "la inteligencia artificial". Ya que nosotros somos fruto de la evolución, qué impide que ésta también actúe sobre otros seres dotándolos de verdadera humanidad, pasando de máquinas a seres con conciencia. Es decir, la evolución es una fuerza en sí misma.
Por supuesto, esta película se abre a multitud de interpretaciones (existen múltiples teorías al respecto). Su complejidad desde luego no la hace apta para todos los públicos por su ritmo lento y su argumento ambiguo, pero no le resta genialidad, adornado con unos efectos especiales tan perfectos que hacen que pienses que estás viendo una película que se haya rodado este mismo año. Me encanta que Kubrick se haya esmerado tanto en el detalle, como mantener el silencio en las escenas exteriores en el espacio o cuidar tanto la iluminación. En suma, una verdadera obra maestra.
Lo mejor: la perfecta combinación de imagen y sonido.
Lo peor: el empeño de hacer escenas muy largas.
La película se divide en cuatro partes, y la primera de ellas se titula "El amanecer del hombre". De ella me encantó ese fantástico plano donde se observa, desde abajo, el borde superior del monolito con el radiante sol en el cielo, como si se nos quisiese indicar que la piedra no es de este mundo.
La segunda parte se titula "Anomalía Magnética de Tycho número uno". Comienza así una de las secuencias más famosas de la historia del cine: la danza cósmica a ritmo del "Danubio Azul" de Johan Strauss entre naves espaciales que se balancean armoniosamente en el oscuro espacio exterior. Aparecen entonces los primeros personajes humanos, y descubrimos al primero de nuestros protagonistas, el Doctor Floyd, en pleno viaje espacial. El funcionamiento de la nave es tratado con el mayor realismo posible: la comida espacial, las azafatas con sus zapatos de velchro para evitar la gravedad, las videoconferencias. Multitud de pequeños detalles que demuestran el esmero de Kubrick al imaginar la realidad de los viajes espaciales
Comienza entonces la tercera parte, "Misión a Jupiter". Es el año 2001, y un grupo de astronautas inicia una pionera misión a Júpiter a bordo de una nave gobernada por la forma más perfecta de inteligencia artificial hasta el momento, HAL 9000. Como lo hicieran los monos del inicio de la película, HAL mata para sobrevivir, y ése es sin duda el mayor anhelo humano, vivir. Logra acabar con todos los tripulantes menos con el Dr. Bowman que inicia las maniobras para desconectarlo. Es especialmente intensa la escena en la que HAL, mientras Bowman comienza el proceso de apagado, ruega por su propia existencia, poniéndose de manifiesto que ha adquirido plena consciencia al emitir frases que se inician por "Yo siento..." o "Tengo miedo".
Y así se incia la última parte de la película, "Júpiter y más allá del infinito". Bowman logra llegar a Júpiter, y en su camino se cruza un nuevo monolito negro. Bowman entra entonces en una especie de tercera (¿o cuarta? ¿o quinta...?) dimensión donde asistimos a un viaje psicodélico de luz y color. En mi opinión la escena es algo excesiva, dos minutos de psicodelia están bien, pero más de cinco marean... La cuestión es que Bowman aparece de repente metido en su pequeña navecita redonda estilo Dragon Ball, en una habitación decorada (con muy buen gusto por cierto) al estilo Luis XVI. Bowman sale de la nave, y de repente se ve a sí mismo de anciano al fondo de la habitación. Mi interpretación es que entonces el Bowman joven desaparece porque no puedes percibirte a ti mismo desde dentro y desde fuera al mismo tiempo, y al ser consciente de ello, desaparece al deducir "Sí ese soy yo, yo no puedo estar aquí también". A su vez el Bowman viejo desaparece para aparecer postrado en una cama, ya decrépito, y frente a él, surge inquietantemente un nuevo monolito negro. Finalmente Bowman acaba transformándose de nuevo en feto cerrando el ciclo de las edades del hombre, y aparece flotando en el espacio.
Mi interpretación al respecto es que el monolito negro tiene la capacidad de hacer evolucionar al hombre que pasa de ser un primate que usa herramientas a alcanzar Júpiter. El monolito proviene sin duda de una raza extraterrestre que incita a la evolución de la inteligencia humana (o quizás se divierta con ello), haciendo que nos preguntemos hasta qué punto nuestra inteligencia nos pertenece sólo a nosotros mismos y si no es también fruto de otros factores. Y no sólo incide el monolito en la inteligencia, también en la evolución física al convertir a Bowman en un bebé, quizás de una nueva raza superior más inteligente que los humanos normales. Sobre HAL, es la imagen de la capacidad creadora del hombre, pero al mismo tiempo implica si somos capaces de controlar algo como "la inteligencia artificial". Ya que nosotros somos fruto de la evolución, qué impide que ésta también actúe sobre otros seres dotándolos de verdadera humanidad, pasando de máquinas a seres con conciencia. Es decir, la evolución es una fuerza en sí misma.
Por supuesto, esta película se abre a multitud de interpretaciones (existen múltiples teorías al respecto). Su complejidad desde luego no la hace apta para todos los públicos por su ritmo lento y su argumento ambiguo, pero no le resta genialidad, adornado con unos efectos especiales tan perfectos que hacen que pienses que estás viendo una película que se haya rodado este mismo año. Me encanta que Kubrick se haya esmerado tanto en el detalle, como mantener el silencio en las escenas exteriores en el espacio o cuidar tanto la iluminación. En suma, una verdadera obra maestra.
Lo mejor: la perfecta combinación de imagen y sonido.
Lo peor: el empeño de hacer escenas muy largas.