El antecedente prefotográfico se encuentra en el Renacimiento, cuando se retrataba a los difuntos haciendo honra a la máxima "Memento mori", "recuerda que eres mortal". Los retratos de los muertos se difundieron en toda Europa a partir del siglo XVI, pues desde una perspectiva religiosa se estimaba que era demasiado vanidoso retratarse en vida. En ellos se mostraba a los difuntos llenos de belleza y vida.
La invención del daguerreotipo en 1839 extendió la práctica del retrato, dado que muchos de los que no podían permitirse un cuadro pintado sí podían pagar el precio de una fotografía e incluso obtener copias para sus familiares. Esta técnica más rápida y barata ofreció a las clases medias la posibilidad de guardar un recuerdo de sus seres queridos.
En la época victoriana, la tasa de mortalidad infantil era muy elevada, y la fotografía del infante difunto podía ser el único recuerdo que la familia guardaría. Y es que tan sólo el 60% de los niños llegaba a la edad adulta, mientras que la esperanza media de vida se situaba en los 42 años.
El arte de la fotografía post mortem se perfeccionaría tanto que llegaría a establecer su propio código. Los retratos mostraban al difunto de cerca, normalmente de medio cuerpo, siendo menos comunes las fotografías dentro del ataúd. El sujeto está dispuesto de manera que parezca dormido, o cuanto menos que está verdaderamente vivo, y ataviado con su mejor traje. En el caso de sacerdotes, monjas y militares, solían posar con sus uniformes. Los niños suelen ser mostrados en sus cunas o con sus juguetes favoritos.
Los adultos solían posar sentados, y era habitual que el escenario estuviera decorado con flores. Si en el escenario se añadía una rosa con el tallo corto vuelta del revés, significaba una muerte prematura. A veces se incluía un reloj que marcase la hora de la muerte del difunto.
A menudo se fotografíaba al muerto con los ojos abiertos, o incluso se llegaba a pintar sobre la fotografía una vez realizada para simular que los tenía abiertos, añadiendo incluso algo de rubor para eliminar la sensación de frialdad.
Esta costumbre era muy popular en Europa, pasaría luego a extenderse a Sudamérica, aunque no lo sería tanto en Estados Unidos. Así, el diario argentino El Nacional publicaba en 1861 un anuncio que decía: "Se retratan cadáveres a domicilio, a precios acomodados...".
Esta costumbre se mantuvo hasta principios del siglo XX, pero se iría perdiendo paulatinamente con la entrada del nuevo siglo.