martes, 21 de septiembre de 2010

El armario de la mujer victoriana I: el vestido de sociedad.

De 1828 a 1836: Los trajes de sociedad habían de ser escotados, los de calle nunca. El traje se componía de una falda y un cuerpo. De abajo a arriba nos topamos primero con la falda acampanada que exhibe ampliamente la tela del vestido porque sólo recibe decoloración en la pantorrilla (volante, pasamanería, flocaduras, tiras de encaje o bordadas). Subiendo llegamos al centro de todas las miradas: la cinturilla ajustada por un corsé interno y un ancho cinturón externo que realce. La forma de las mangas se asemeja a grandes globos que varían en tamaño, denominándose mangas bobas o mangas boina según el modelo.



El calzado que acompaña al vestido es pequeño y apretado, persiguiendo el ideal de un pie diminuto. El cabello se compartimentaba en tres núcleos radiales: los extremos suelen aparecer rizados, y el central, más retrasado, se levanta a la guisa de moña alta con una peineta. Se habla así del peinado jirafa, porque recuerda a los cuernos del mamífero africano. Ello hizo que los sombreros y capotas para la cabeza se estilasen de ala ancha y de gran tamaño, decorados con enormes plumas y lazos. También se pusieron de moda los turbantes como reacción a la guerra de Grecia.

De 1836 a 1842: ya no se toleran los sombreros en los trajes de sociedad, el cabello se trenza o forma tirabuzones entremezclados con flores, diademas o coronas. El término más acreditado para referirse a estas composiciones es el de prendidos.. Las revistas de moda se verán obligadas a incluir detalladas explicaciones sobre cómo elaborarlos. El arreglo de salón favorito es el "traje de berta" (primer cuadro), vestido decorado con una pieza horizontal, y que por consiguiente demanda que la falda lleve un diseño a juego que repita horizontales por medio de volantes o sobrefaldas. La otra tendencia es el traje de aspa, cuando en la cintura se cruzan las diagonales del corpiño y de la falda, ésta abierta, para exhibir la enagua inferior (los dos siguientes cuadros).





En lo que respecta al tocado, el peinado de jirafa ha sido sustituido por el de orejas de perro. La moña ya no se alza sobre la coronilla sino que se oculta tras el cogote, dejando a cada lado dos grupos de tirabuzones nunca demasiado largos.



De 1852 a 1850: hay poca novedad en los trajes de sociedad. Destacan los trajes de berta en blanco o colores muy claros, pocos volantes a juego, nunca más de tres, en tejidos lisos. La pequeña novedad radica en que todos son trajes de berta ya que el traje en aspa casi ha desaparecido.



De 1850 a 1862: el traje clásico de berta y volantes encuentra un competidor mucho más suntuoso que es el traje de túnicas abullonadas. Los prendidos se componen de flores, perlas, plumas, cintas de seda, encajes de blonda, adornos dorados y plateados. A ello se añaden los sobretodos de sociedad, que son pequeñas capas circulares, abrigos ideales para "conservar aún en medio de las sombras de la noche la elegancia distinguida y peculiar", como dijo el Correo de la Moda en su número 3 de 1851.



De 1862 a 1866: las bertas se siguen manteniendo en voga, pero su composición horizontal demanda que lleven a juego volantes. A ello se añaden algunos volantes en la sobrefalda. En estos años se ponen de moda los diseños geométricos.



Nota sobre los cuadros: los cuadros escogidos no siempre se corresponden con el período de moda que describo. He tratado es de escoger retratos donde se mostrasen claramente los diseños aludidos, aunque distasen de algunos años respecto del período al que me refiero.

Fuente: El Traje en el Romanticismo y su proyección en España, 1828-1868. Pablo Pena González.

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