jueves, 14 de octubre de 2010

El armario de la mujer victoriana II: trajes de calle.

De 1828 a 1836: con frecuencia las revistas denominan "redingotes" a los vestidos de manga larga. La moda en esta época son las mangas de jamón o globo. En lo que respecta a las telas, van desde las lisas a rayadas, con cuadros, estampados, volantes de encaje... Al vestido de calle se añaden los sobretodos, que son enormes mantos. que en España se llamaron "capas", y se adornan en la parte delantera con solapas y cuellos que se prolongan a lo largo del centro delantero.


De 1836 a 1842: se recurre a cuerpos en forma de corazón con escotes bañera o corpiños en V de lados curvos y faldas acampanadas. El traje se caracteriza por la suavidad de sus líneas, a lo que se añaden los lazos, muy de moda en esta época, tanto para los vestidos como para las capotas y cinturones. El cinturón, aunque no es propiamente rígido, se lleva siempre con hebilla ya sea delante o detrás del cuerpo.

La falda alcanza su máxima amplitud gracias a la crinolina, si bien en España llegaría con retraso respecto al resto de Europa. Por encima del corpiño se viste una chaqueta que hoy denominamos bolero o torerita, pero cuyo nombre original es spencer.

Los sobretodos han pasado de moda. Lo que se estila ahora es el chal, a lo que luego se unirá la manteleta. En España se inició un profundo debate sobre esta última, pues la prensa y los intelectuales no quería que aquella advenediza transpirenaica sustituyera a la clásica mantilla española.

De 1842 a 1850: la capota se vuelve pequeña y ceñida, el traje es de cuerpo cerrado. La falda lisa, rayada o estampada a cuadros. Las prendas son envolventes y los sobretodos tienen aspecto de estuche. El abultamiento de la crinolina desaparece casi por completo y basta la caída de los pliegues de la falda. El corpiño se ajusta en todo a los órganos naturales con mucha suavidad. Las mangas son enteras o por el codo pero no se inflan. Las esclavinas y solapas nacen en la base anatómica del cuello y cubren hasta debajo de los senos fraccionando el talle en dos partes iguales.


Algunos vestidos son de tipo camisa, es decir, enterizos y de una única pieza, manifestando gran sencillez. A veces se aderezan con delantales bucólicos, influenciados sin duda por las obras de teatro de tema pastoril de Bellini y Donizetti.

El cabello se peina con la mayor sencillez, separado por una raya en el medio y luego recogido por detrás y por los lados en un tipo de recogido que se denomina "bandós". Se siguen llevando las manteletas muy largas, tanto que llegan a confudirse con los chales.

De 1850 a 1862: desaparece la capota y se sustituye por sombreros que recogen el cabello como un embudo. En épocas estivales lo correcto es llevar sombrelos de pamela. En los corpiños la blusa asoma por el escote y muestran un bullón gordísimo en los puños, generosamente abiertos con mangas pagoda. De las dimensiones de estas grandes mangas se llegó a decir por Eugenio de Ochoa que "moda tal vez muy elegante para una emperatriz, muy irracional para cualquier señora de la clase media". El miriñaque sustituye ahora a la crinolina, y las faldas reducen el número de volantes a un máximo de tres.


En cuanto a los sobretodos, nacen los primeros verdaderos abrigos femeninos, con mangas, pinzas en el talle y más estructurados que las clásicas manteletas. Su origen es francés y se les denomina "pardessus".

De 1862 a 1868: el corpiño se acompaña ahora, además de con la spencer, con chaquetas. Las camisas finalmente se llevan por fuera, combinadas con corpiños oscuros y muy cortos denominados corseletes. Las faldas se agrandan gracias al miriñaque, y a partir de 1865 suben su línea a partir de las costillas. Los estampados se vuelven austeros: líneas, cuadros, figuras geométricas y telas lisas.


Los abrigos femeninos se siguen vistiendo, en ocasiones decorados con volantes de encaje, y en otras más lisos y austeros. Ahora además llegan hasta el suelo, si bien cuando son por encima de la rodilla se denominan "paletó".

En lo que respecta al peinado, se simplifica, ya que no es necesario que la mujer porte elaborados tocados, basta que esté ornamentado con algunas cintas y con un peinado sencillo pero perfectamente estructurado.

Fuente: El Traje en el Romanticismo y su proyección en España, 1828-1868. Pablo Pena González.

No hay comentarios: