lunes, 12 de abril de 2010

Pintura: Alfred Stevens.


El pintor belga Alfred Stevens (1823-1906) causó furor en París con sus pinturas de bellas e intrigantes mujeres. Pero este existoso cronista del bello mundo del Segundo Imperio en la segunda mitad del siglo XIX comenzó su carrera como pintor de historias de carácter realista de la clase media y baja. Fue en 1855, en París, cuando Stevens obtuvo gran reconocimiento por una de sus pinturas que presentaba a una madre y a su hijo en la nieve. En su primer período fue influenciado por el pintor francés Gustave Courbet y por los pintores alemanes del siglo XVII. Luego comenzó a trabajar con modelos de estudio y a realizar retratos de mujeres de la alta sociedad así como otros cuadros que evocaban su vida diaria. Durante este segundo período de su carrera fue influenciado por artistas como Edouard Manet o James Tissot. Stevens se centró en retratar la feliz vida parisina, logrando al mismo tiempo reflejar complejas emociones a través de sus cuadros.

En sus obras nos vemos absorbidos por la belleza de sus mujeres, por la maravilla de sus vestidos y delicados tocados. Pero también por la delicadeza de sus expresiones, a veces sutiles pero que logran transmitir tanto, diáfanas, soñadoras y a veces taciturnas. Estas escenas de la vida cotidiana se entremezclan a veces con elementos exóticos, vestidos que nos recuerdan a kimonos japoneses, sombrillas de aspecto chinesco o detalles orientales. Sus pinturas son verdaderamente hermosas y evocadoras de una mujer bella, turbadora y misteriosa al mismo tiempo.

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